Logo Mega

Este aviso se cerrará en segundos

Trabajó 15 años en una escultura con mejillones sin saber que esa obra la estaba matando lentamente

  • Por Meganoticias

Cuando la artista canadiense Gillian Genser comenzó a esculpir con mejillones la figura de Adán, el primer hombre en poblar la tierra según la Biblia, nunca imaginó que su vida corría un grave peligro.

Ella, quien trabaja como escultura desde el año 1991, dio sus primeros pasos con cáscaras de huevo, huesos de animales, coral y plantas secas. Sin embargo, para el 2003 una nuevo material llegó a su taller: las conchas de mejillones.

Motivada por su sentido ambientalista y con el apoyo de sus amigos más cercanos, la escultura comenzó a trabajar en este proyecto.

MIRA TAMBIÉN: El "nuevo tabaco": 600 mil niños mueren cada año por contaminación atmosférica en el mundo

Fue así como Genser cocinaba el molusco a sus amigos dos o tres veces a la semana y luego trabajaba con los restos de la comida. La artista pasaba hasta 12 horas por día escarbando y lijando las conchas para darle forma al cuerpo de Adán.

Con el pasar de los días, comenzó a sufrir de dolores de cabeza y de vómitos. Enseguida los síntomas se volvieron más extraños. Se sentía agitada. Se despertaba y casi no podía moverse, además no escuchaba con claridad, sus músculos se agarrotaban y su habla se trababa.

Genser visitó a una enorme cantidad de especialistas: neurólogos, reumatólogos, endocrinólogos, y ninguno parecía acertar en el diagnóstico.

Cuando los médicos le consultaban si trabajaba con algún material tóxico, ella respondía tranquila que no, que solo lo hacía con elementos naturales.

"Los síntomas empeoraron. Después de algunas horas picando conchas de mejillones, quedaba inmovilizada. Me dolían los músculos. Las manos se me acalambraban cuando tomaba mis herramientas. Me volví combativa y fatalista, declarando que mi vida se estaba acabando. Mi esposo temía dejarme sola en casa, porque creía que cuando regresara me iba a encontrar colgando ahorcada del candelabro", contó a la revista Toronto Life.

Un día, en 2013, después de realizar una limpieza del sistema de ventilación de su casa, cayó en cama con terribles dolores corporales. Comenzó a sentir desorientación y pérdida de memoria. Olvidó nombres y asumió una conducta agresiva, propinando insultos cuando caminaba por la calle.

Ante esta situación, Genser visitó a un psiquiatra, quien tampoco pudo dilucidar el origen de sus comportamiento errático. Probó toda clase de medicamentos: antidepresivos, antipsicóticos y tanquilizantes. "Creí que me estaba muriendo, pero quería terminar mi escultura de Adán antes", confesó.

En 2015, finalmente, un especialista le realizó un examen de sangre y descubrió que tenía altísimos niveles de arsénico y plomo. Quedó estupefacta. ¿Cómo había sucedido eso?

Entonces habló con un profesor especializado en invertebrados del Museo Real de Ontario. El hombre se horrorizó cuando ella le contó que llevaba años trabajando con conchas de mejillones. "¡La gente no sabe lo venenosas que son estas cosas!", le dijo. Las conchas y los huesos acumulan muchas de las toxinas de su ambiente.

"Mi cuerpo se estaba llevando un profundo mensaje sobre el envenenamiento que estamos causando en nuestro planeta", expresó.

De acuerdo al profesor, los mejillones acumulan toxinas como el arsénico y el plomo en sus años de vida. Por ende, la artista al tocar las conchas y respirar el polvo de su trabajo, parte del metal ingresaba a su cuerpo.

Cuando lo supo, comenzó a abandonar su proyecto con las conchas, pero antes terminó el Adán.

"No podría haberlo dejado inconcluso. Todo el sufrimiento hubiera sido para nada", contó. Ahora llama a su obra terminada Mi hermosa muerte.