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"Nunca nos imaginamos pasar por todo esto": Una noche en un refugio de migrantes venezolanos

  • Por Meganoticias

Por Patricia Pineda 

Mientras afina el violín, Génesis recuerda la largas horas que pasaba en el Conservatorio de Música de Carabobo ensayando. La joven de 16 años tiene un poco más de un mes en Chile. Llegó al país junto a su madre, María, en busca de mejores condiciones de vida y con el propósito de reescribir su historia, la misma que dejó a medias en Venezuela tras el colapso político, económico y social que se ha agudizado dramaticamente en los últimos 19 años en esa nación y que llevó a la quiebra a su familia.

Son las 18:30 horas, del 25 de mayo de 2019. El frío le hace una mala jugada a la violinista. Primero, la mantuvo en cama por unos cuantos días debido a una infección en la orina. No está acostumbrada a exponerse a temperaturas tan bajas. Y ahora, le hace una zancada con su instrumento: lo desafina. "Me retrasa muchísimo afinarlo, que fastidio", se molesta Génesis, luego de preguntar: "¿Puedes esperar mientras logro que se escuche mejor? No me gusta como suena", comenta a quienes estamos en su habitación. 

Su madre la observa con admiración, sabe la entrega de su hija para con la música. Entretanto cuenta que tras ocho meses sin ver a su esposo, Luis, finalmente la familia se reencontró en el Refugio de Venezolanos en Puente Alto, un espacio fundado por el pastor chileno Bernabé Barzán en el año 2016 a fin de tender una mano a los nacionales de aquel país que se encontraban en situación de calle.

"Nunca nos imaginamos que íbamos a pasar por todo esto. La inflación nos comió en Venezuela, nos arruinó. Lo perdimos todo, por eso decidimos irnos a Bogotá (Colombia). Vendimos lo poco que nos quedaba para invertir en un negocio allá y nos fue mal. Creíamos que las empanadas y la comida venezolana le gustaba a todo el mundo y no es así (...). Pero ahora estamos aquí. Primero se vino mi esposo a traer a una sobrina y se quedó. Ahora llegamos nosotras", dice María, quien junto a Luis -también pastor cristiano- brinda apoyo espiritual al resto de venezolanos que viven en el lugar, ubicado en Eyzaguirre 235.

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Patio del refugio. 25 de mayo/ 19:30 horas.

Además de tocar violín, Génesis se dedica a depilar, diseñar cejas y colocar pestañas postizas. No es una labor que hace con regularidad porque no siempre tiene clientes: "Igual tengo la disposición cuando me toca hacerlo", me afirma la joven que, no pierde la oportunidad de ganar dinero extra para ahorrar y poder continuar sus estudios de música. Su objetivo: Poder ingresar a la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile. "O en alguna sinfónica importante de aquí, ese es mi sueño",  admite.

El pastor Luis se suma a la conversación y reconoce que este trance "no ha sido fácil". Aunque nunca pensó vivir en Chile, las circunstancias lo colocaron en este país, especialmente en el refugio, un lugar que le abrió las puertas no sólo para vivir, sino también para trabajar como consejero junto a su esposa y Daniel, joven director del albergue.

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El frío arrecia en Puente Alto. La temperatura está en 5°C. Génesis se retira, luego de hacer una pequeña demostración con su violín. "Hace frío", sostiene y se va; afirmación que no cuestiono, a pesar de las tres capas de ropa que tengo encima.

Aunque el clima despierta el vicio del cigarrillo, esta acción está prohibida en el refugio, así como no se permite ingerir bebidas alcohólicas, consumir alguna droga o escuchar música a alto volumen. Estas son normas del recinto y se deben cumplir a cabalidad, de lo contrario te sancionan.

De la mano a esta reglas, otras: Dentro del lugar hay que mantener el orden y la limpieza, tanto en las habitaciones como en los espacios comunes, como la cocina, el patio y los baños. "Si no hacemos esto se cae el refugio. Las personas deben aprender a tener sentido de pertenencia y cuidar", señala Daniel.

En el Refugio de Venezolanos en Puente Alto viven alrededor de 80 personas. "Más de eso no podemos recibir porque sería hacinamiento y es la cantidad de personas que nos permite la municipalidad", me explica el director del lugar, tras agregar que una vez aprobada la estadía, se paga una cuota simbólica de 30 mil pesos. "Estando ya adentro, le aseguramos su cama y los servicios básicos como: agua potable, electricidad y comida", precisa. 

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Patio del refugio. 25 de mayo/ 22:45 horas.

Daniel reconoce que la realidad actual que enfrenta cada inmigrante "es fuerte", sin embargo para él no hay espacio para la palabra rendirse. "No lo hice en Venezuela, menos lo voy a hacer aquí. De mi país salí por situaciones ajenas a mi voluntad, pero quiero volver".

Cuando el joven asumió las riendas del refugio sabía que debía colocar parámetros para que este hogar provisional funcionara de manera correcta. "Una vez que entras tienes, por un tiempo 3 meses, la obligación de buscar trabajo, ayudar a tu familia en Venezuela -porque si te vienes a otro país a luchar, es para ayudarlos- y, por último, superarte a ti mismo. Si los dejamos más de ese periodo no se superan, no encuentran su punto final que es arrendar e ir reuniendo para tener sus cosas".

Un 90% de los refugiados en el lugar han llegado a Chile en situaciones complicadas, desde pasar días viajando en bus, hasta llegar caminando por horas en carretera o pidiendo que lo lleven. Desde profesionales clase media, hasta personas más humildes, sin ningún tipo de estudio, han llegado al país, y conviven en espacios como este. Un fenómeno por el que nunca había pasado el venezolano, ni siquiera en su país.

Ahora la realidad es otra y literalmente están regados por el mundo, así lo confirman cifras manejadas por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, ACNUR, y la Organización Internacional para las Migraciones, OIM, las cuales refieren que más de 4 millones de venezolanos han abandonado su país, de los cuales 288.233 se encuentran en Chile, de acuerdo a cifras del Ministerio de Interior hasta febrero de 2019, posiblemente a esta fecha sean más.

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Templo. 26 de mayo/ 10:30 horas

Me levanto luego de una noche que se me hizo eterna. Es inevitable no pensar una vez que escuchas tantas historias de vida. Y si le sumas a eso el sufrir de insomnio, obtienes una combinación fatal.

Se aproxima la hora del "Servicio", en pocas palabras el tiempo de oración. En este momento, los niños del refugio (unos 10 aproximadamente) están en una habitación con Génesis, quien junto al pastor Felipe, les enseña a leer y estudiar el significado del término "Obediencia".

Se acerca la hora de irme. Me despido de Génesis y de María, quien me extiende una invitación a comer empanadas: "Esa es mi especialidad. Cuando las vaya hacer, te aviso y vienes". 

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La joven violinista sigue con los niños, pero me comenta que espera que nos veamos en otro oportunidad, "para ponerte las pestañas y hacerte las cejas. Así me ayudas y me haces publicidad". No cabe duda que Génesis tiene ese empeño y esa capacidad para salir adelante ante las adversidades, los que muchos conocemos como resiliencia. 

Camino el largo "pasillo" hasta la salida o la entrada del refugio, todo depende de las perspectiva en que se vea. Estoy segura que ni Génesis, ni Maria, ni Luis, ni Daniel, ni los otros tantos que viven en el lugar se han olvidado de Venezuela. Cada uno de ellos la representa dentro de ese espacio y en su lucha día a día por un futuro mejor. Por lo pronto su vida transcurre en Eyzaguirre 235, Puente Alto, Santiago Chile. Dentro de tres meses, no sabemos. Ojalá, más pronto que tarde, estas coordenadas puedan cambiar y llevarlos de regreso a su destino original, ese en el que piensan todos los días: Su pequeña Venecia.