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Transgénero, Matrona y Mapuche: "No puedes vivir oprimida, tienes que luchar por quien eres"

  • Por Meganoticias

Por Patricia Pineda 

Dentro de un basurero, como si se tratara de un despojo o un objeto inservible, allí fue tirada y abandonada Claudia luego de ser secuestrada, violada y golpeada brutalmente por un grupo de neonazis en el 2005. Despertó con su rostro hinchado, sin dientes y rodeada de inmundicia y suciedad, palabras que describen muy bien a sus agresores que, a pesar de ser identificados y denunciados por ella, jamás pagaron por este crimen de odio.

La vida de sus atacantes continuó como si nada hubiese sucedido, así como la de Claudia. Luego de pasar por un intenso estado de shock y depresión, que la mantuvo sin habla por varias semanas, prefirió levantarse y recordar el hecho como un anécdota más dentro de su complejo proceso de transición: dar a conocer al mundo que era una mujer transgénero.

"Fui brutalmente ultrajada y tirada en un basurero cerca de la zona donde me crié al sur de Chile", comentó Claudia, quien en un estado casi imperturbable afirmó que "en Valdivia, donde estudié, es un lugar donde existe mucha intolerancia a las personas homosexuales, transgénero, etc. Era cuestión de tiempo que esto me fuera a ocurrir porque en el fondo yo vivía en un sistema muy opresor, en el que no podías hablar sobre el gusto que tenías hacia otro hombre, las niñas lesbianas no podían expresarse y menos un trans".

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Foto: Cortesía Claudia Ancapán 

¿Cómo hacer justicia en un país donde no había leyes?, se preguntó repetidamente Claudia, después de ser víctima del ataque durante su época de universitaria. Nunca obtuvo una respuesta. "Lo único que sabía, era que debía levantarme de esa experiencia y luchar por mis derechos. Desde ese momento nació un activista".

Aunque el ataque a Claudia fue hace 15 años atrás, las estadísticas no han tenido una gran variación. De acuerdo al XVII Informe Anual de los Derechos Humanos de la Diversidad Sexual y de Género, elaborado por el Movilh y presentado en marzo de este 2019, los casos de homofobia y transfobia aumentaron un alarmante 44% en el último año (2018).

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Una infancia privilegiada

"Mi nombre es Claudia Ancapán Quilape, soy una mujer chilena, trans, matrona de profesión, maratonista y activista", así se presentó, acompañada de su novio y amigo Francisco, joven cineasta que inspirado en su historia le dio vida al documental "Claudia. Tocada por la Luna", registro audiovisual que ha recorrido unos 20 países y ganado importantes premios en España y México, entre otros.

Claudia es muy coqueta. Se arregla, acomoda su cabellera, hace a un lado su flequillo. "Desde pequeña me llamaba mucho la atención el cabello de mi mamá y de mis hermanas. Recuerdo que me preguntaba porqué no lo podía llevar igual que ellas. En esos momentos entraba en conflicto y me deprimía", dijo.

Pese al conflicto interno que tenía, Claudia aseguró que por fortuna vivió una infancia privilegiada, gracias a la comprensión de sus padres, quienes en todo momento la alentaron y la aceptaron como era.

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Foto: Cortesía Claudia Ancapán 

"Desde los tres o cuatro años me sentía una niña (...). Mis padres se dieron cuenta de esto y entienden la situación. Ellos fueron huérfanos y sabía lo que implicaba el abandono. De hecho, en algún momento me explicaron que no podían dejarme sin apoyo ni respaldo porque ellos habían vivido una situación súper dura en sus vidas. Por eso siento que fui privilegiada. Aceptaron que era diferente y permitieron, en mi entorno interno, hacer lo que yo siempre quería: jugar con muñecas, ositos, la ronda, etc…", narró.

Opresión y maltrato

Claudia recuerda haber tenido crisis existenciales durante su adolescencia. Si bien, era aceptada en su entorno familiar, con el pasar de los años sus conductas fueron más cuestionadas por el entorno externo, como en el colegio, el liceo y, posteriormente en la universidad.

"A medida que fui creciendo me daba cuenta que mi condición se estaba transformando en un problema real y de opresión. A nivel de colegio siempre tuve inconvenientes, no con mis compañeros ni compañeras, pero si con mis profesores. Para ellos era una tremenda contrariedad que un 'niño' externamente, jugara todo el rato con niñas. Era un caos", afirmó.

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Foto: Cortesía Claudia Ancapán 

¿Maltratos? Muchos. Desde tirarle las orejas hasta a obligarla jugar fútbol con los niños fueron parte de los castigos que recibía Claudia con tan sólo seis u ocho años de edad. Su adolescencia no fue menos trágica: el desarrollo, el enamoramiento, el lucir como no quería, representaba un suplicio para ella. "Era muy agotador explicarle a las personas, en un lenguaje que ni yo misma conocía, que aunque tenía genitales masculinos, me sentía y era mujer".

Para la matrona de profesión, el estar en esta situación durante un periodo político dictatorial fue "tremendo desgaste emocional (...). La dictadura afianzaba reforzar ese modelo de masculinidad y feminidad con tareas concretas para hombres y mujeres; sin embargo yo me presentaba desafiante. Por ejemplo, ¿cómo explicaba que me enamoraba de un chico o que quería pololear? En ese instante descubro mecanismos de defensa y uno de ellos fueron los estudios. Sabía que si me destacaba por eso no me iban a tocar mucho".

Si bien es cierto que hace unos años atrás no existía un apoyo legal para la población LGBTI, en la actualidad e independientemente de este respaldo, los crímenes de odio hacia esta comunidad se siguen acrecentando. Así lo demuestra el informe de la Movilh que, además indica que por tercera vez, en 17 años, la población trans acumuló el mayor número de atropellos con el 39% de un total correspondiente a 273 casos, el más alto conocido a la fecha.

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Encasillada en el prejuicio trans

"Seguro tiene una enfermedad", "¿Se parará en una esquina a trabajar?", "¿Qué drogas consumirá?", "¿Será alcohólica?", eran uno de los tantos cuestionamientos a los que se enfrentó Claudia —y que sigue enfrentando— por ser una mujer trans. Sin embargo y contra todo pronóstico siguió enfocada en estudiar. Es así como llega a la universidad.

"Comencé a leer muchos trabajos científicos sobre este tema y a tener contacto con organizaciones nacionales e internacionales que apoyaban nuestra causa (...). La única forma que vi para defenderme era no dar pie al prejuicio, por eso siempre me forcé a cuidar mi salud y a no ejercer el comercio sexual, aunque mis amigas lo hacían. Me refugié en el conocimiento, mientras más estudiaba, me daba cuenta que la gente podía verme, tener el prejuicio pero decir: 'vaya, ella va más allá', 'ella logra acceder a un trabajo a una profesión'. Ahí fue cuando me di cuenta que tenía que ser una profesional", destacó.

Es justamente en la universidad que Claudia decide ir liberándose de a poco hasta mostrar por completo que era transgénero. Aunque no logró titularse con su nombre de mujer, se convirtió en una profesional de la medicina que, además cumplió su objetivo de cambiar su sexo con la operación de reasignación y ser legalmente Claudia Ancapán Quilape como indica su carnet de identidad.

"Pienso que fuí una persona transgresora para mi época. En algún momento trato de hacer el ejercicio de ponerme en el lugar de esas personas que me conocieron en la época y creo poder entender que sintieron miedo, se sintieron presionados (...). Conocí todo tipo de violencia, desde la física hasta la silenciosa y, ahora, con 42 años puedo decir que me salí con la mía. Soy una mujer común y corriente que logró lo que quería. Tengo pareja, trabajo como matrona, ayudo y motivo a los demás. Al final, te das cuenta que no puedes vivir oprimido, tienes que luchar por ser quien eres", sentenció.